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“Un Dios de Fuego"
Por Reinhard Bonnke |
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El propósito por el cual Dios nos llena de su Espíritu no es para que recibamos emociones agradables ni tengamos servicios preciosos en las iglesias, sino para que nos prepararnos para servirle. |
La Biblia contiene más de 500 referencias acerca del fuego. De éstas, noventa están relacionadas con Dios. La Palabra nos dice que cuando Dios actúa es como un fuego consumidor. “Y los pueblos serán como cal quemada; como espinos cortados serán quemados con fuego” (Isaías 33:12). La cal se consume despacio pero las espinas se consumen rápido. El fuego de Dios produce el mismo efecto sobre todo cuanto toca. El Fuego es una de las característica fundamentales de Dios. “Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso” (Deuteronomio 4:24).
El profeta Ezequiel por ejemplo, utiliza con frecuencia palabras relacionadas al fuego para referirse a Dios. “Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 22:31).
¿Es acaso su Dios así? El único Dios verdadero es un Dios de Fuego. Nuestro Dios es como un fuego forestal y no como un témpano de hielo. A Él nunca se le asocia con la luz fría de la luna, sino con la luz radiante del sol. Su morada es la fuente de luz de los soles nacientes. Las obras que Él hace, las realiza con un deseo muy intenso y con un propósito apasionado. Él no puede habitar en vasos tibios. No existe nada sin color o sin brillo en su presencia.
Así es nuestro Dios. ¿Puede usted aceptar este hecho? Isaías pregunta, “¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor?” (Isaías 33:14). Efectivamente, ¿Quién?
Elías nos presenta un verdadero reto: “Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio del fuego, ése sea Dios...” (1ra de Reyes 18:24). Ciertamente, si usted desea ser como Elías, usted debe servir al Dios que responde con fuego. ¿Está usted de acuerdo con este tipo de religión – una cristiandad ardiente, un Evangelio encendido, una fe de “fuego en los huesos”? O prefiere un Dios que sea más casual e indiferente. El Dios de Elías y de Isaías nunca hace las cosas a medias, él es un Dios de un ánimo incansable y una entrega total. ¡Él es un Dios apasionado! Todo cuanto Él hace, lo hace con mucha intensidad: “El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (2da de Reyes 19:31).
El capítulo 33 de Isaías habla de la ira consumidora de Dios con respecto a la maldad. Para los enemigos de Israel, Dios era un fuego devastador. Los efectos de este fuego eran muy intensos: ”Los pecadores se asombraron en Sión, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con la llamas eternas?” (Isaías 33:14). Ya sea dentro o fuera de Sión, Dios es un fuego consumidor.
Fuego – Una Promesa no una Amenaza
Dios es el mismo Dios para todos por igual, tanto para las personas que están en la iglesia como para las que están en el mundo. El Dios que a diario siente ira por los pecados, es el mismo Dios que nos ama. ¡Él nunca cambia! Una verdadera unión con Dios implica estar encendidos en su fuego. El Dios de fuego no disfruta de la compañía de personas frías. Él no se siente complacido con las personas tibias, frías y perezosas que no tienen disciplina y que laboran a tientas y a ciegas; personas que son indecisas. Dios no se adapta a nosotros; nosotros siempre tenemos que adaptarnos a Él. ¿Considera usted que Dios es un Dios demasiado exigente? ¿Un Dios demasiado apasionado e incesante en sus obras?
Tanto los pastores como los líderes de las iglesias representamos a Dios; al Dios de Fuego. El propósito de nuestros ministerios es revelar a Dios a las personas que aún no lo han conocido. Encendiendo de esa manera el fuego en sus corazones.
De acuerdo a Mateo 3:11-12 y Lucas 3:16-17, Jesús bautiza con fuego. Juan el Bautista dijo, “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.
Algunas de las personas que se dedican a estudiar la Biblia, ponen en tela de juicio la veracidad de las palabras de Juan el Bautista y cuestionan si verdaderamente Jesús hizo lo que Juan indicó. Algunos dicen que cuando Juan dijo que Jesús bautizaría en Espíritu Santo y Fuego, él en realidad se refería a que Jesús limpiaría y juzgaría a Israel. Yo estoy seguro de que los expertos están equivocados. Cuando Juan habló del bautismo en el Espíritu y en Fuego, estaba dando una promesa y no una amenaza. Este era un aviso acerca de las cosas que habrían de suceder. A través de las Escrituras, el Fuego de Dios es enviado tanto para purificar como para bendecir.
Dios no nos envía su Fuego para hacernos sentir cómodos sino para consagrarnos y estimularnos. Cuando Moisés vio que la zarza ardía, Dios le advirtió que el lugar donde estaba parado era tierra santa. Más adelante, Dios le informó a Moisés el grandioso evento que estaba próximo a realizar. Él iba a liberar al pueblo de Israel del yugo de Faraón (Éxodo 3). Cuando el templo donde se encontraba Isaías fue lleno de la presencia de Dios, Isaías reconoció sus faltas. Esto ocurrió antes de que Dios equipara a Isaías para que se convirtiera en uno de sus mensajeros (profetas) .
Si el Dios de Fuego toma control, todos aquellos que están sentados cómodamente en Sión, no tendrán una experiencia muy agradable. El propósito por el cual Dios nos llena de su Espíritu no es para que recibamos emociones agradables ni tengamos servicios preciosos en las iglesias, sino para que nos prepararnos para servirle. Al otorgarnos poder, Jesús establece claramente su propósito. “... y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Ser una persona ungida es algo maravilloso, pero el objetivo no es sólo tener servicios bonitos sino servir a Dios.
¿Podemos vivir sin fuego? No mientras estemos sobre esta tierra. El universo está lleno de fuego. El sol es una inmensa esfera ardiente. Cada estrella brilla con su propio fuego. Incluso, en el centro de nuestro planeta hay fuego – hierro derretido. Los volcanes son una ilustración viva del carácter de Dios. Él es un Vesubio de bondad, vida y energía.
Algunas personas piensan que Dios está extinto y han escrito libros que según ellos, afirman demostrar este hecho. En lugar de preguntarse, ¿qué le sucedió a Dios?, estas personas deberían preguntarse qué le ha sucedido a las estrellas. Si hoy día no las podemos ver, es debido a la contaminación ambiental. Ese es el precio que pagamos en nuestras ciudades – muchas luces pero pocas estrella. De haber vivido en esta época, a los Magos de Oriente se les hubiese hecho muy difícil encontrar la estrella que los habría de guiar hasta llegar a Belén. ¡Esta es una parábola moderna! Las personas no están encontrando el camino a Jesús debido a la contaminación. Aunque es imposible ver a Dios a través de un velo contaminado con dudas y pecado, Él se encuentra ahí, brillando eternamente.
En el Día de Pentecostés no sólo hubo fuego sino también viento. El viento dispersa la neblina y la bruma. Así como el fuego calienta la atmósfera, el viento la esclarece. Aún después de que Jesús había resucitado, los discípulos tenían muchas dudas. Leemos cómo Jesús se les apareció a once de sus discípulos mientras ellos se encontraban comiendo. Algunos de los discípulos que no habían estado presentes cuando Jesús se les apareció a los once, creyeron los testimonios de sus compañeros. En cambio otros, dudaron. Jesús reprendió a los incrédulos por tener los corazones endurecidos. Sin embargo, cuando la ráfaga de Dios rompió el velo de los cielos y entró en el Aposento Alto, no quedaron dudas. El torbellino y las lenguas de fuego repartidas sobre cada cabeza no fueron alucinaciones. Tal y como les había señalado, Jesús había obtenido el poder más importante del universo. ¡Él había cumplido su promesa!
La Importancia de Pentecostés
Jesús hizo todas estas cosas luego de haber ascendido al cielo. ¡Qué Jesús! ¿Muerto? ¿Olvidado? ¿Acaso puede un hombre muerto bautizar en fuego a 120 personas a la misma vez – y a primera hora de la mañana? Jesús no bajó a la tierra, se paró entre medio de ellos y dijo: “Reciban al Espíritu Santo”. Usted pensaría que para un evento histórico de tal importancia, Él hubiese supervisado el evento personalmente. Pero no fue así. El Espíritu Santo vino en su lugar – el Otro Consolador. Él podía ser y hacer todo cuanto Jesús había sido y hecho. En realidad, todo cuanto Jesús hizo, lo hizo por medio del Espíritu.
Esta es la importancia de Pentecostés. El Día de Pentecostés no fue un evento pequeño e insignificante. Jesús nació en Belén, la llegada del Consolador tomó lugar en Jerusalén, y el bautismo en el Espíritu Santo ocurre en cada uno de nosotros de una manera muy personal. Es como si el mismo Jesús volviese a la tierra y nosotros fuésemos sus discípulos. El Día de Pentecostés no fue un evento que los discípulos recordaron con nostalgia y anhelo. Ese día se convirtió en una parte muy importante del resto de sus vidas. En el recuento del Día de Pentecostés, la Biblia relata algunas de las experiencias que los discípulos vivieron. Sin embargo, no es hasta que leemos el libro de los Hechos en su totalidad que podemos conocer la historia completa – y aún así, no culmina ahí. El fuego de Dios no disminuye a medida que pasa el tiempo. El origen de este fuego es eterno, inagotable.
Para el mismo tiempo en que ocurrió el Día de Pentecostés en Jerusalén, en Roma existían unos acueductos que transportaban agua desde las colinas hasta la ciudad. Hoy día, lo único que permanece de esa increíble estructura arquitectónica son las ruinas. Los arcos han sido destruidos y los canales están secos. ¿Ocurrió acaso lo mismo con el Día de Pentecostés? ¿Pertenece el Día de Pentecostés a una época antigua, 20 siglos antes de la era moderna? ¿Habrán desaparecido el Aposento Alto, el viento recio y el fuego? ¿Es acaso un idealizado recuerdo en mosaicos el único remanente que tiene la iglesia de lo que en un tiempo fue su vitalidad?
Leamos lo que el mismo Jesús dijo: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11: 11-13).
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Observe bien lo que dijo Jesús. Si un hijo pide pan, pescado y huevos – en otras palabras, las necesidades básicas de la vida. Jesús no habló de caviar, camisones de seda, vinos caros, oro, diamantes, y otros lujos; sino de pan, pescado y huevos. El Espíritu Santo es también una necesidad – él es un regalo que forma parte de las necesidades básicas de nuestras vidas. Dios constantemente nos da pan, pescados y huevos y lo ha hecho así por miles de años. Él también nos da al Espíritu Santo. Yo podría vivir sin pescado, pan y huevos; pero, ¿por qué habría de vivir así? ¡No quisiera ni tan siquiera intentarlo! Yo podría vivir sin chocolates y muchas otras cosas; pero, ¿por qué habría de hacerlo? De manera que, ¿por qué tengo que resignarme a vivir sin el Espíritu Santo?
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