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Relaciones”

Por Horacio Latté


quiero acercarte consejos prácticos que pueden ser de ayuda a la hora de entablar relaciones o afianzarlas.


Las relaciones no suceden de la nada, sino que se construyen, se trabajan cada día.

Sería absurdo pensar que podemos tener comunión con Dios sin orar, sin adorarle, sin presentarnos diariamente en la presencia del Señor.

Del mismo modo, nuestras relaciones se nutren y fortalecen cada día con acciones y actitudes concretas.

Debes reconocer que Dios interviene en tus relaciones interpersonales y afírmarlas con un pacto delante de Él. “Que el Señor sea siempre testigo del juramento que tú y yo nos hemos hecho”. (1ª Samuel 20:23).

Unirte a otros te hace fuerte y te garantiza la victoria: “Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡Las cuerdas de tres hilos no se rompen fácilmente!” (Eclesiastés 4:12).

La calidad de tus relaciones depende de la clase de personas con las que elijas interactuar. Las personas que están a tu lado revelan quién sos. “El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado” (Proverbio 13:20).

Demostrá a través de tus hechos y actitudes que tenes sabiduría de Dios; esto hará que otras personas anhelen estar contigo.

Una buena presentación trae aparejada un acercamiento y una relación posterior.

Abigail se presentó de tal modo ante David que él sólo pudo decir: “¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro! ¡Y bendita seas tú por tu buen juicio...!” Más tarde la pidió como esposa.

Expresá en forma concreta tu relación de amistad: con palabras, con regalos y con actitudes claras para que la relación se alimente, se fortalezca y crezca. “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo...” (Proverbio 18:24).

El valor de aquello que compartís determina el valor que la relación tiene para vos. Jonatan se desprendió de cosas que tenía puestas para obsequiárselas a su amigo David.

Te propongo que recuerdes lo que dice en el Primer Libro de Samuel: “Tanto lo quería, que hizo un pacto con él: se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David; también le dio su túnica, y aun su espada, su arco y su cinturón.”

No calles la bendición. ¡Declarala!

Escribí una nota, un e-mail, una carta o una tarjeta donde expreses con tus palabras lo que esa persona (esposo/a, pastor, amiga/o, hijo, etc.) significó en determinado momento de tu vida o lo que aún representa para vos.

Este tipo de mensajes tienen un valor terapéutico comprobado.

Una crisis o un desencuentro en una relación puede implicar dos cosas: o la ruptura de dicha relación o la posibilidad de continuar la misma en un nivel superior de confianza y compromiso, donde se comparta “todo”. “Y hay amigos más fieles que un hermano.” (Proverbio 18:24)

Buscá más de Dios para tu vida. En las relaciones con otras personas podemos dar lo que tenemos tanto como lo que somos.

Las personas se sienten atraídas hacia aquellos que tienen riqueza y belleza interior. La unción del Espíritu va a atraer gente a tu lado. "…Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.” (Rut 1:16)

A algunas personas, Dios las trae deliberadamente a tu vida; a otras las buscas vos.

Captá la diferencia. Discerní a aquellos que, en verdad, te bendicen y te promueven a un sitio diferente, de aquellos que no marcarán una diferencia en tu vida, o que te mantienen estancado en un mismo lugar.

“Sólo el que te ama te ayuda a crecer”. Si te aman harán algo concreto por bendecirte. Si vos amas harás algo concreto por bendecir.

Si en una relación sólo hay palabras y no hay acción, las palabras sonarán como metal que retumba. Pronto la relación se desgastará y terminará por esfumarse.

Si algo no funciona o te molesta en una relación determinada, cambiá tu manera de acercarte al otro, pero no trates de modificarlo.

No te corresponde decir a los demás lo que deben hacer, pero es tu obligación saber exactamente qué clase de relación querés tener con ellos.

Aprende a convivir con las diferencias. No pongas en juego ni sacrifiques una relación por un punto de vista diferente. Una relación valiosa es mucho más que una idea.

Cuando idealizas a alguien, te metes solo en el camino de la desilusión, que no tardará en llegar. No confundas la novedad de la relación con la persona involucrada en ella.

Las actitudes capciosas, controladoras y ambiguas entorpecen las relaciones y terminan erosionándolas. Se impone la necesidad de ser honestos, sinceros, transparentes, y de tener compromiso con la verdad.

Los pilares de las relaciones interpersonales son la verdad, la fidelidad y la confianza.

Si falta uno de ellos, la relación que establezcas será una preocupación y una carga, mientras dure.
Dios está buscando personas fieles para sus propias relaciones.

Rrecuerda lo que el salmista escribió: “Pondré mis ojos en los fieles de la tierra, para que habiten conmigo; sólo estarán a mi servicio los de conducta intachable”.

No permitas que un defecto de carácter malogre algo importante en tu vida como una relación laboral, ministerial o personal.

Trabaja sobre ese aspecto débil. Busca sanar tus emociones heridas. “Las moscas muertas apestan y echan a perder el perfume. Pesa más una pequeña necedad que la sabiduría y la honra juntas”. (Eclesiastés 10:1)

Aquello que estás dispuesto a tener en común con otro evidencia la magnitud de tu compromiso en la relación. “¡No insistas en que te abandone y me separe de ti! Porque iré donde tu vayas, y viviré donde tú vivas...” (Rut 1:16)

Cuando compartís tus bienes, das cosas materiales; cuando compartís tu lugar, abrís tu casa; cuando compartís tu vida, te das a vos mismo.

Jesús compartió en el nivel más alto, dándose a sí mismo a la gente de su época y dando su vida por todos nosotros. No compartas sólo cosas; ¡compartí vida! “...yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10:10)

Hago esta oración por tu vida:

Señor, acudo a ti para rogarte por mi hermano/a que ha buscado conocer más tus instrucciones para mejorar sus relaciones interpersonales.

Te pido que pongas en su corazón lo que tu eres: Amor, para que con cada persona con las que esté relacionado pueda actuar como tú nos has enseñado.

Clamo para que el Santo Espíritu haga rebosar de alegría tu corazón y para que transmitas este gozo a cada una de las personas con quienes te relacionas.

Señor, guía cada una de sus actitudes, guía sus expresiones, sus gestos, sus iniciativas para poder fortalecer sus vínculos con todos los que ama y están amándole.

Señor, reconstruye todo lo dañado en la convivencia con sus parientes, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo; restaura los escombros de antaño.


En el nombre de Jesucristo, envío palabra de bendición para tu vida y para cada uno de aquellos con los que has formado una relación y declaro que el Espíritu Santo obrará sanidad y restauración en todo tu ser. Amén.

Para finalizar, te propongo que recuerdes lo que Pablo escribió: “Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto”.

 

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