Este tema se basa en la Epístola de San Pablo a los Efesios, y por eso se insta a los lectores que comiencen este estudio leyendo detenidamente los primeros tres capítulos de Efesios.
El capítulo 1 y también el capítulo 3 concluyen con una oración. Pablo nos dice que ora por la iglesia en Éfeso. En el capítulo 1, versículos 16 y 17, leemos: “No ceso de dar gracias por vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él".
El Espíritu Santo es el que da estas oraciones de los capítulos 1 y 3 de Efesios. Pablo hizo estas oraciones no solamente por la iglesia en Éfeso. Estas oraciones pueden aplicarse a Ud. también. Son oraciones inspiradas por el Espíritu, y por eso se aplican igualmente a todos nosotros. Son tanto para nuestro beneficio hoy como para el de aquella iglesia.
El punto decisivo en mi vida ocurrió como resultado de hacer estas oraciones personalmente en numerosas ocasiones. Comencé con leerlas en voz alta empezando con el capítulo 1. Yo usaba yo donde Pablo usaba vosotros. Por ejemplo, leyendo Efesios 3:15-17, decía: “Por esta causa yo doblo mis rodillas ante el Padre de mi Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que me dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecido con poder en mi hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en mi corazón
Pasé mucho tiempo ante el altar de la iglesia de la cual yo era pastor repitiendo estas oraciones. Varias veces al día hacía estas oraciones por mí mismo. A veces le decía a mi señora que iba a la iglesia para orar, y que no quería ser molestado salvo en caso de alguna emergencia. A veces permanecía en oración allí por dos o tres días.
Después de unos seis meses de orar así, mi primera petición se iba cumpliendo. El versículo 17 del capítulo 1 dice: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él". La revelación de la Palabra de Dios me empezó a venir. Podía ver cosas en la Palabra que no había visto antes. Le dije a mi señora que yo había sido un gran ignorante predicado cosas que no entendía. Le dije al Señor que yo no había predicado más que tonterías. Le dije a mi señora: «He sido tan ignorante acerca de la Biblia que es de sorprender que mis diáconos no lo hubieran notado". Aprendí más acerca de la Biblia en seis meses que lo que había aprendido en 14 años de ser pastor y en más de 16 años de ser creyente.
Ahora le sugiero que pruebe Ud. lo mismo. No puede ser negligente, pero si se mantiene firme en su propósito, le dará resultado.
Hice estas oraciones por un miembro de mi familia que no podía creer ciertas verdades bíblicas, tales como la sanidad divina. Al orar yo metía el nombre de aquella persona donde había metido el mío. Al cabo de diez días aquella persona me escribió diciendo que como por milagro las cosas se le estaba abriendo.
Muchas veces hay los que desean saber cómo orar por otros creyentes. Si Ud. comienza a hacer estas oraciones por ellos, verá resultados en aquellas vidas.
La Autoridad del Creyente
El libro de Efesios nos enseña acerca de la autoridad que pertenece a los creyentes. En Efesios 6:12 leemos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Pero gracias a Dios, tenemos autoridad sobre ellos a través de Jesucristo.
Creo que hay pocos aspectos de la vida del creyente acerca de los cuales hay tanta falta de sabiduría exacta como en éste. Esta autoridad no está reservada para unas pocas almas especiales. Es la posesión legítima de todo hijo de Dios. Véase Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo". Se refiere a la iglesia entera, no a unos pocos individuos.
Este versículo dice: “Con toda bendición espiritual". Quiere decir toda bendición que ya se nos ha dado. Cristo ya ha hecho toda provisión. A El no le queda nada que hacer. En Cristo nos pertenece toda bendición espiritual.
Esta promesa es para nosotros, pero si la ignoramos, no nos aprovechará nada. Un hombre podría meter un billete en un lugar secreto de su billetera; podría quedarse sin gasolina, y olvidándose del dinero en su billetera, tendría que llamar a alguien a su auxilio. Sin embargo, si simplemente se acordara del billete, podría pagar su propia cuenta.
Un día metí $20 atrás en mi billetera y me olvidé de ellos. Necesitando dinero busqué y lo hallé. Se me ocurrió que quizás Dios lo había puesto en mi billetera, pero luego me acordé de él. No podía usarlo mientras no supiera que estaba allí, pero al hallarlo podía usarlo. Era mío por cierto, tanto cuando lo ignoraba como cuando sabía de él. Del mismo modo esta autoridad es nuestra si tenemos conocimiento de ella o no.
Uno también puede saber lo que es suyo, sin actuar de acuerdo con ello, por lo tanto, no recibir ningún beneficio. Una vez leí de un hombre que fue hallado muerto en su cuarto, una habitación reducida alquilada por una miseria. Se le había visto en las calles durante unos veinte años, siempre andrajoso, buscando desperdicios para comer. Al echarle en falta, los vecinos investigaron y lo encontraron muerto en la cama. Se certificó que había muerto de mala nutrición. Sin embargo, hallaron en su cinturón más de veintitrés mil dólares.
Aquel hombre había vivido en la suma pobreza, vendiendo diarios en la calle, y ¡con tanto dinero! Hubiera podido vivir en el hotel más lujoso de la ciudad, en vez de en ese cuartucho. Hubiera podido comer lo más rico, en lugar de los desperdicios. Pero no usó lo que le pertenecía.
Necesitamos saber lo que es nuestro, pero saberlo no basta. Es cuando actuamos en lo que sabemos lo que trae resultados.
Esta autoridad nuestra no sólo pertenece a unos pocos escogidos; pertenece a todos los hijos de Dios. En verdad recibimos esta autoridad cuando nacemos de nuevo. Siendo hechas criaturas nuevas en Cristo Jesús, heredamos el nombre del Señor Jesucristo, y podemos usarlo en oración contra el enemigo.
Algunos creen que esta autoridad sobre el diablo es de unos pocos individuos a quienes Dios ha dado poder especial. El diablo no quiere que la gente descubra lo que le pertenece, y se empeña en esconder la verdad. Él sabe que en cuanto el pueblo de Dios descubra su autoridad en Cristo Jesús, no podrá oprimirlos más. Satanás sabe que esto pondrá fin a su ascendencia sobre ellos.
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