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“¿Está Dios en todo?"

Por Charles Stanley


Nada lo que sucede en nuestra vida está más allá del control de Dios. Al final, todo lo que nos ocurre es permitido por nuestro Padre celestial

Leer | Génesis 50:15-21

La historia de José en el Antiguo Testamento es uno de ejemplos más conocidos de la bendición del Señor en la vida de un hombre, a través de las duras experiencias que vivió. En el pasaje de hoy, el esclavo convertido en prisionero y después en líder nacional, está de pie delante de los hermanos que lo vendieron como esclavo. Les dice: "No temáis. ¿Estoy yo acaso en el lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener con vida a un pueblo numeroso" (vv. 19, 20).

El pecado o la falta de una persona muchas veces afectan la vida de otra persona –algo que nos inclinamos a considerar injusto. Pero nuestros caminos no son los caminos de Dios (Is. 55:8, 9). De la Escritura podemos aprender que José deseaba servir al Señor (Gn. 39:9; 40:8; 41:16). Sin embargo, se les permitió a sus hermanos que lo vendieran como un esclavo. Y a la esposa de Potifar no se le impidió que acusara a José de violación, lo que hizo que fuera llevado a la cárcel. La Biblia promete: "El ángel del SEÑOR acampa en derredor de los que le temen, y los libra" (Salmo 34:7). Es decir, las dificultades y las pruebas pudieron tocar a José –o a cualquiera de los creyentes– sólo porque Dios lo permitió con un propósito.

Nadie puede decir con certeza por qué suceden algunas cosas malas. Pero podemos tener consuelo en el hecho de que Dios lo sabe: "Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos, para siempre, a fin de que cumplamos todas las palabras de esta ley" (Dt. 29:29). Nuestra parte es aprender del ejemplo de hombres como José, quien confió en el Señor y obedeció todo lo que Él le mandó.

Dios está en todo

Leer | Romanos 8:28-29

Nada lo que sucede en nuestra vida está más allá del control de Dios. Al final, todo lo que nos ocurre es permitido por nuestro Padre celestial, y lo que no acontece es porque no es Su voluntad para nosotros. Pero los cristianos están a veces tan absorbidos por el momento, que se olvidan de la omnipotencia del Señor. Después, cuando la vida se vuelve problemática o incómoda, la tentación es reaccionar contra todo lo que parece estar causando el problema. ¿Fue despedido? Culpamos al jefe. ¿No nos hemos casado? La culpa es del sexo opuesto.

Para ilustrar esta idea, pensemos en el niño que tiene que tomarse un antibiótico que le sabe mal. En un ataque de frustración, le pega al vaso que tiene la madre en la mano, aunque el vaso es sólo un "agente secundario". La mamá es quien da la medicina, pero como el niño no puede pegarle a ella, dirige su irritación contra el vaso.

Cuando "le pegamos al vaso", dirigimos nuestra ira y resentimiento al recipiente que el Señor está utilizando, en vez de aceptar que Su voluntad está en acción. Dios nos asegura que Él está manejando los detalles de nuestra vida para nuestro bien, pero no podemos asumir que esto significa que todo saldrá como nosotros queremos.

 


A veces, es más fácil volcar nuestra ira contra un agente terrenal, que ser honestos con Dios en cuanto a nuestra frustración por nuestras circunstancias. Pero a nuestro Padre celestial le gusta la honestidad. Tanto Jesús como el apóstol Pablo clamaron al Señor en su angustia (Mt. 26:39; 2 Co.12:7-9). Si aceptamos que Dios tiene el control y guía nuestro futuro para bien, no nos sentiremos desanimados por mucho tiempo.

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